Marco Tulio Cicerón, el gran abogado, orador, político y filósofo, pronunció un discurso ante el Senado romano en el año 63 aC, y un observador absorto comentó: "Sus gestos, su entonación, lo poderosos que eran. Qué vuelo de la oratoria!."
Tales alabanzas, sin embargo, no son de un contemporáneo de Cicerón, sino del Padre Pellegrino Ernetti en el siglo pasado.
Un experimento llamado Cronovisor,
ya ha sido probado según el cual se puede volver en el tiempo y captar sus
ondas magnéticas las que podrían ser codificadas para una señal electrónica y
reproducirlas en forma de audio y video. La revelación de Cronovisor ha salido
a la luz a través del libro "El cronovisor del Padre Ernetti - La creación
y la desaparición de la primera máquina del tiempo", escrito por Peter
Krassa. Según el autor, dicho instrumento fue construido en la mitad del siglo
pasado, por un consejo de los más grandes físicos de la época, entre ellos el
Padre Pellegrino Ernetti, italiano, bajo la inspección oficial del Vaticano.
Narra el autor que en una de las sesiones experimentales, el mismo Papa - que
en ese momento era Pío XII - participó y, valiéndose de los supuestos restos de árboles utilizados en la
crucifixión de Cristo, vio las imágenes rescatadas por el Cronovisor, y el sonido, de la última jornada de Jesús que
se tomaron hasta ser llevado al Gólgota. Por razones de seguridad, esta máquina
fue desmantelada y sus partes todavía se guardarían - bajo siete llaves- en la
sede de la Iglesia Católica.
En
su libro “Los muertos nos hablan” el Padre François Brune escribió: “,,, El padre Ernetti
colabora en investigaciones aún más fantásticas, puesto que se trata de captar, a través
del Cronovisor, imágenes y voces de difuntos, pero en momentos de su vida
terrena. El padre Ernetti tiene alrededor de sesenta años y es titular de una
cátedra de enseñanza absolutamente única en el mundo. Enseña música arcaica pre polifónica, remontándose desde el año 1000 de nuestra era
hasta el siglo X antes de Cristo. Uno de los problemas que le preocupaban,
desde hace tiempo, era la rítmica de la música antigua. Esto le movió a
trabajar con el padre Gemelli -en la Universidad Católica de Milán- en el
momento en que éste había obtenido, a partir de 1952, voces del más allá.
Destinado en Venecia -en 1955- para esta nueva enseñanza, pudo rodearse de una
docena de científicos de alto nivel, especialistas venidos de casi todo el
mundo. Fue entonces cuando se diseñó, lentamente y en el mayor secreto, un
nuevo aparato. A mediados de la década de los 70, se habría captado el sonido y
las imágenes de una tragedia antigua, representada en Roma en el año 169 antes de
Cristo. Se trataría de Tyeste, de Quintus Ennius, tragedia que está hoy casi
completamente perdida. Sólo se la conocía a través de 25 fragmentos, citas de
tres autores latinos diferentes: Probius, Monius y Cicerón. El Cronovisor
rescató el texto con su acompañamiento musical: recitación cantando en el modo
dorio. Se sabe también, por algunas confidencias indiscretas, que el aparato
transmitió en otra ocasión una escena de mercado en Roma. También pueden
obtenerse informaciones sobre el pasado inmediato. Así, el padre Ernetti captó
un día en su aparato los planos que acababan de ser realizados para preparar un
atraco a mano armada; pudo prevenir a la policía y hacer fracasar la operación.
Puede uno imaginarse fácilmente las implicaciones militares, comerciales
o políticas de tal aparato. Se comprende perfectamente las reticencias de los
inventores a poner un medio de estas características en manos de todo el mundo.
Además, el efecto es tan sorprendente, que el padre Ernetti parece temer las
posibles con-secuencias desde el punto de vista
psicológico.
Evidentemente, admitir la autenticidad de
tales experiencias implica una gran decisión, aún lejana. Estamos rozando aquí
la plena fantasía? El futuro lo dirá. El mismo padre Ernetti se atrincheraba
entonces detrás de una barrera de condicionales. Tal vez sea posible un día, si
Dios quiere, llegar sobre esto a más conclusiones. Sólo con la autorización del
Vaticano fue como el padre benedictino hizo este informe en Trento, a orillas
del lago de Garda, en octubre de 1986.
Después de la publicación del capítulo que
estás leyendo, hubo reacciones en algunas revistas que me han movido a decir
algo más sobre esto. Esto me ha llevado a continuar las investigaciones y así
he descubierto que había habido en Italia, en distintos periódicos, una
controversia muy fuerte en la que se habían puesto en duda las revelaciones
hechas por el Padre Ernetti. Volví pues a Venecia para saber más y conocer las
respuestas de mi amigo benedictino, constructor de esta invención.
Después
de la muerte del Padre Ernetti, el 8 de abril de 1994, un periodista austriaco
me pidió que le dijera los documentos que yo tenía. A partir de ellos sacó un
libro que incluía numerosos errores o aproximaciones. Esta obra ha sido traducida al inglés en
Estados Unidos, profundamente cambiada y acompañada de una contra encuesta que
llegaba a desacreditar al Padre Ernetti.
Hice entonces un nuevo viaje a Italia y
publiqué el resultado de mis investigaciones en una nueva obra. Ésta ha sido
traducida al italiano y ha hecho surgir nuevos testimonios de los que ahora se
desprende, sin ninguna duda posible, que este aparato existió y que tal vez
exista todavía. Añadiré únicamente que las resistencias que encontré durante mi
propia investigación me convencieron de que se trata de una invención de consecuencias incalculables.,,”
Brune
conoció al benedictino padre Ernetti en 1964, casi ocho años antes de que su
historia saltara a los periódicos. Javier Sierra le entrevistó. Aquí transcribo
el reportaje:
-Usted
conoció bien al padre Ernetti, ¿verdad?
Mi pregunta
le sorprendió. Decidí ir sin rodeos al tema que me interesaba. Brune parecía
dispuesto a hablar.
-Sí, claro –sonrió-. Nos vimos muchas veces
en Venecia, en la isla de San Giorgio Maggiore.
-¿Cómo
lo conoció?
-Estudié
dos años en el Instituto Bíblico de Roma. Y una vez, de camino a esa ciudad,
decidí ir hasta Venecia en autostop. En el embarcadero de la isla de San
Giorgio me encontré con el padre Ernetti y allí empezamos a hablar de mis
estudios... Así de simple.
-¿Y él
le habló enseguida del Cronovisor? –inquirí.
-No
exactamente. Aunque, desde luego, debió resultarle más fácil hablar con un
sacerdote que con alguien que no lo fuera, y sobre todo con un sacerdote
extranjero al que le sería más difícil irse de la lengua. Primero hablamos de
la exégesis del Nuevo Testamento y de cómo en nuestra época muchos intentaban
desposeer a la historia bíblica de su componente maravilloso. El mundo critica
los milagros, las sanaciones, los exorcismos... todo lo que parece
sobrenatural. Y de ahí pronto pasamos al tema de las comunicaciones con el más
allá. Y así, poco a poco, Ernetti terminó anunciándome algo que me iba a
interesar aún más.
-¡El
Cronovisor!
-Así es
–el rostro de Brune se iluminó-. El Cronovisor.
-¿En que
año sucedió esto?
-Fue en
1964.
-¿Y
exactamente qué ocurrió con el Cronovisor?
-Vi a
Ernetti por última vez unos meses antes de su muerte, en 1994. Me dijo que lo
acababan de convocar a una reunión en el Vaticano con los dos últimos
científicos vivos que habían colaborado en su construcción. Fue una reunión con
cuatro cardenales y con otros científicos, y me dijo que allí dijeron todo lo
que sabían. Lo malo es que Ernetti cada vez que me daba el nombre de algún
científico era porque ya estaba muerto.
Los
planos están en Suiza
-¿Qué
quiere decir con que se lo dijo todo? ¿No estaba ya el Vaticano al corriente
del Cronovisor?
-Verá:
por lo que sé, el Cronovisor se dividió en piezas. Se desmontó. Pero Ernetti no
tenía mucha confianza en el Vaticano. Ya unos años antes me había dicho que
había depositado sus planos ante un notario de Suiza y ante otro de Japón.
-Hablemos
de otra cosa, padre Brune –le pido-. Usted sabrá que la primera vez que se
habló del Cronovisor en la prensa fue en 1972. Y que entonces, las primeras
noticias vinieron acompañadas de una supuesta foto de Jesucristo, obtenida por
esa máquina…
-Una
foto que es falsa, desde luego.
-Hábleme
de eso, por favor.
-Es
sencillo. Quienes vieron funcionar el Cronovisor decían que la máquina no podía
tomar primeros planos, sólo planos generales. Sin tanto detalle como el de esa
foto. No le era posible, pues, obtener una imagen tan precisa.
-¿Pero
usaron el Cronovisor para ver la Pasión de Cristo?
-Sí.
-¿En qué
año lo hicieron?
-Creo
que antes de 1960.
-¿Y ese
primer plano de Jesús?
-Fue
tomado de un crucifijo muy famoso de Collevallenza. Y cuando se publicó, se
utilizó para atacar al padre Ernetti acusándolo de fraude. Pero ya Ernetti me
había dicho que eso no era del Cronovisor, y se lo dijo también hace unos años
a un periodista de la revista Más Allá...
Aquello
tuvo gracia. François Brune no sabía que ese “periodista de Más Allá” fui yo.
Que entrevisté a Pellegrino Ernetti un año antes de su muerte; y aunque
entonces me dijo pocas cosas, sí insistió en que aquella presunta foto de Jesús
no la había obtenido su equipo.
Brune
nunca vio las pruebas
Había
llegado el momento de la verdad. El instante en el que por fin preguntaría a
Brune si él, además de sus conversaciones “de cura a cura” con Ernetti, había
llegado a ver filmaciones o fotografías del Cronovisor. Brune fue tajante:
-No
–sentenció-. Ernetti me dijo que no se quedó con nada de aquello. Fue urgido
por sus superiores a no decir ni palabra. Y sufrió mucho con eso porque nunca
tuvo la ocasión de explicar a la ciencia sus hallazgos.
-Pero
cuando en 1993 me entrevisté con Ernetti, me dijo fue Pío XII quien le prohibió
hablar.
-Sí. Es
cierto.
-¿Y
tiene idea de por qué se lo prohibió?
Brune se
encogió de hombros ante mi ingenuidad.
-Bueno…
-dudó-. Ernetti mostró sus grabaciones tanto al Papa como al presidente de la
República, a Mussolini. Y también a otros científicos y cardenales, y la
conclusión fue unánime: eso era peligroso para la Humanidad. Sé que existe un
libro de ciencia-ficción norteamericano que fábula qué ocurriría si se descubriese
un aparato semejante y las consecuencias que traería. Y creo que, la verdad,
sería terrible para la Humanidad. Porque ya no habría secretos ni científicos,
ni políticos, ni económicos, ni ninguna vida privada. Todo sería transparente.
-Pero si
ese aparato lo tiene el Vaticano, ¿no lo ha utilizado nunca?
-Es
posible –vuelve a encogerse de hombros, con gesto ingenuo-. Lo siento, pero no
puedo ayudarle mucho más.
-Respóndame
a una última pregunta, padre –lo atajé-: ¿Ha hecho usted alguna gestión con el
Vaticano para ver si el material del Cronovisor se podrá ver algún día?
-Eso no
lo hice porque... no será posible.
-¿Y
usted como sacerdote católico no podría...?
-Creo
que sería más fácil para usted que para mí –sonrió-. Hay algunas personas en el
Vaticano que se interesan por cuestiones paranormales y que tal vez podrían
ayudarle. Conozco a un sacerdote italiano, que habla alemán, que fundó un
instituto de parapsicología en Innsbruck, el padre Andrea Resch. He estado dos
veces con él y tal vez sepa por dónde empezar. Me dijo hace dos o tres años que
había estado en Roma con un pequeño grupo que se ocupaba de los fenómenos
paranormales y que conocían muy bien mis libros y mis ponencias. Pero eso fue
antes de la publicación de mi libro sobre el Cronovisor.
-Y
después de todos estos años, ¿qué impresión tiene usted de este asunto?
-Que el
Cronovisor existió –respondió convencido-. De eso no tengo ninguna duda.
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