El Maestro Jesús no es un
Arcángel, pero sí un Ángel, lo que difiere mucho entre sí, pues el Ángel puede
aún actuar en el mundo humano, simbolizado en los siete grados de la escala de
Jacob, que queda por debajo del mundo divino, en el cual cesa para los
Arcángeles toda posibilidad de ligazón directa con las formas físicas de las
moradas planetarias.
Jesús, en realidad, es la más
Alta Conciencia Directora de la humanidad terrena, pero no del planeta Tierra,
porque aún permanece directamente en contacto psicofísico con las conciencias
terrícolas. Es el Eslabón Divino y el más legítimo representante de su aspecto
humano, que se liga directamente a la Sublime Conciencia del Arcángel
Planetario de la Tierra.
El Comando Sideral del sistema
solar actúa en el Arcángel del planeta Tierra y éste en la inmediata conciencia
espiritual por debajo de sí, en condiciones receptivas para sentirlo y que a su
vez cumpla la voluntad en el mundo físico. Es justamente el insigne Jesús la
Magnífica Conciencia capacitada para sentir al Espíritu del Planeta Terráqueo,
porque el Maestro, además de ser el Gobernador Espiritual de nuestra humanidad,
participó de la Asamblea Sideral cuando el Arcángel' mentalizó los planos
preliminares para la formación de nuestro orbe, en perfecta conexión con los
proyectos mayores del Arcángel o Logos Solar del sistema.
Jesús se manifestó físicamente en
nuestro orbe hace dos milenios, porque aún podía mentalizar y construir sus
vehículos intermediarios con las energías adyacentes a la materia. Es un
espíritu capaz de tener todavía contacto con la carne, aunque con extrema
dificultad y sufrimiento, como ocurrió en su último descenso sacrificial.
Mientras el Cristo terráqueo o Arcángel Planetario de la Tierra es potencial
vibratorio y de tan alto "voltaje sideral", que no conseguiría
aglutinar de modo alguno las energías inferiores para situarse en la figura
diminuta del cuerpo físico y poder dirigir el cerebro humano. Por su vibración
altísima, no conseguiría el descenso vibratorio para alcanzar la forma letárgica
de la materia. Suponiendo que le fuera posible actuar, su Espíritu nos recuerda
el ejemplo que os dimos, de la carga fulminante de los 50.000 voltios cuando
era proyectada directamente sobre el aparato minúsculo de 110 voltios.
Realmente, Jesús fue el revelador
del Cristo, el más acreditado y sublime intermediario del Amor Absoluto, en nuestro
mundo. Por su Conciencia Espiritual, fluyó y se fijó vigorosamente en la sombra
terráquea la Luz Crística, aflorando a la superficie de la Tierra y tornándose
el "Camino de la Verdad y de la Vida".
Cuando el Maestro afirmó: "Yo
y mi Padre somos uno" y "Ninguno va al Padre si no es por mí",
era el Cristo Planetario que actuaba y transmitía su Pensamiento directivo, por
intermedio de su divino médium, Jesús, corporificado en el plano físico. El Ungido,
Escogido o Electo para materializar el Verbo, en vocablos o ideas accesibles a
la mente humana, bajo la égida del Arcángel Planetario creador de la Tierra,
fue aquel sublime Hombre-Luz representado en la figura de Jesús de Nazaret, el
dulce hijo de María. Ante la incesante
ascensión espiritual de Jesús y debido a sus conocimientos cada vez más vasto sobre
la conciencia colectiva de nuestra humanidad, es probable que en el próximo
Gran Plano también se vuelva un Arcángel cooperador en la creación de los
mundos, bajo la jurisdicción directa de otro Logos Solar.
El Cristo Planetario se manifestó
gradualmente en dirección de la superficie tangible de nuestro mundo, a través
de todos los misioneros anteriormente reencarnados como instructores o líderes
espirituales, desde tiempos inmemoriales. Algunos de ellos pudieron acentuar la
vibración Crística en la sustancia física, mientras que otros lo hicieron de
modo más simple. La figura más notable, en el pasado, fue la de Antulio de
Ma-ha Ethel, el más sublime revelador del Cristo Planetario en la Atlántida,
pero es indudable que Hermes, Krisna y Buda se destacaron mucho en sus misiones
divinas; sin embargo, fue Jesús el revelador inconfundible y la conciencia
directora de todos sus precursores.
Con la finalidad de que pueda
estar cerca del hombre en todos los caminos de la vida, para que el hombre
pueda comprender el espíritu poderoso del Amor, el Espíritu de la tierra el
Cristo de esta tierra se manifestó a los ojos y a los oídos humanos
encarnándose en personas puras, preparadas por muchas generaciones para ser
morada adecuada del Amor. Así el Cristo manifestó el poder salvador del Amor.
Pero los hombres pronto lo olvidaron, de modo que el Cristo tuvo que
manifestarse otra y otra vez. Y desde que la semilla llamada hombre fue
depositada en esta tierra y tomó forma corpórea, el Cristo se ha manifestado en
forma corpórea al comienzo de cada Edad. Jesús mismo aclaró este punto, de modo
que tenemos el testimonio, al respecto, del mismo Nazareno. Un día, hablando en
Bethania a un número de gentes que le aclamaban Rey, dijo: "No fui llamado
a sentarme en un trono para gobernar como gobierna César, y bien podéis decir a
los gobernantes de los judíos que en manera alguna reclamo ese trono”. Los
hombres me llaman el Cristo, y Dios me ha reconocido ese título. Pero el Cristo
no es un hombre. Cristo es Amor Universal y Amor es Rey. "Este Jesús no es
sino un hombre preparado por tentaciones vencidas, por múltiples pruebas, para
ser el templo a través del cual pueda el Cristo manifestarse a los
hombres". "Si es así, Oídme, vosotros hombres de Israel. No miréis mi
lado corpóreo, que no es el Rey. Mirad el Cristo interior que tiene que
formarse dentro de cada uno de vosotros, como se ha formado en mí".
"Cuando hayáis purificado nuestros corazones por la fe, el Rey entrará
adentro y veréis su faz”, Evangelio de Acuario: 68; 10 al 14.
El sublime acontecimiento
denominado el Bautismo, marca el inicio de la era de
Cristo en la
Tierra. Larga y
cuidadosa fue la
preparación de este
portentoso suceso. Como ya se ha
dicho, dos altos Iniciados del Templo, Joaquín y Ana, fueron elegidos por la
angélica anunciación para convertirse en los padres del más elevado Maestro que
nunca jamás vino al mundo en cuerpo femenino: La bendita María. Con su
asistencia y la de los ángeles, el Maestro Jesús construyó el más puro y
perfecto cuerpo que se
podía formar con
materia física, cuerpo
que abandonó al
glorioso arcángel Cristo en el momento del Bautismo, cuando los cielos
se abrieron y se oyó la voz de Dios, bendiciendo a este exaltado ser que, desde
ese momento, actuó en la Tierra
como Cristo Jesús
(o Jesu-Cristo). Sin
embargo, ni siquiera
aquél, el más perfecto vehículo físico, podía soportar,
por largo tiempo, la tremenda radiación de un espíritu arcangélico. Se hizo
necesario, por ello que Cristo Jesús se saliera de él, frecuentemente, por
algún tiempo, para que Su cuerpo físico fuera restaurado. Entre los que
atendían estas necesidades, se encontraban los Esenios, una secta santa que,
durante varios siglos, había estado haciendo preparativos para la venida del Señor.
El Maestro Jesús, como
consecuencia de su supremo sacrificio, se convirtió en "el primer
fruto" de la
Humanidad. Él ha
continuado activo, desde
entonces, trabajando desde los planos espirituales, especialmente con
toda organización, todo grupo y todo individuo que acepta a Cristo como
Salvador del Mundo.
Nos parece oportuno aclarar aquí
otro “mal entendido” que ha causado mucha incomprensión, sobre todo en los
países de Oriente y es cuando Jesús dijo: “Nadie va al Padre si no es por mí”. El
error está en identificar el Cristo con el Jesús humano, a través del cual
aquel se manifestó. Cristo cósmico es la primera y más alta individuación de la
Divinidad Universal; es una criatura cósmica antes de tornarse una criatura
telúrica en Jesús. Cristo era Dios, era el ‘proto-Dios’ de la Divinidad, el
Unigénito del Padre y por eso mismo el primogénito de todas las criaturas. Él
era Dios, pero no era la Divinidad. Muchos pueden ser Dios, nadie puede ser la
Divinidad.
Imaginemos a la suprema Divinidad
Trascendente, que en Evangelio aparece como “Padre”, como un mar inmenso,
infinito, sin principio ni fin; imaginemos ahora que el proto-Dios (Cristo) es
el canal maestro del mar de la Divinidad y que de ese canal maestro parten
todos los otros canales secundarios, de varios tamaños, que reciben sus aguas
directamente del canal principal de Cristo, aunque indirectamente del mar de la
Divinidad.
La conexión con ese canal maestro
nada tiene que ver con Occidente u Oriente, cristiano o pagano; depende únicamente
del estado de consciencia de cada criatura humana. Mahatma Gandhi era,
ciertamente, un canal firmemente conectado al canal maestro de Cristo, aunque
no fuese oficialmente cristiano; era tan crístico y tan poco cristiano que
podía decirles a los misionarios cristianos que trataban de convertirlo al
cristianismo de ellos: “Acepto nuestro Cristo y su Evangelio – no acepto nuestro
cristianismo”. Un hombre puede ser 100% crístico o cristificado y al mismo
tiempo 0% cristiano. Cristo no fundó el cristianismo que es obra de sus
discípulos.
La personalidad de Jesús de
Nazaret apareció aquí en el planeta Tierra hace 2000 años. Si Cristo se
personificó en otras regiones del cosmos no sabemos, no lo podemos afirmar ni
negar. ¿Qué significan sus misteriosas palabras: “En la casa de mi Padre hay
muchas moradas”? El texto griego dice muchas “permanencias”, o modos de estar –
tal vez personificaciones, modos de encarnación u homificación.
Cuando Jesús dice “nadie va al
Padre si no es por mí”, se refiere a su Cristo planetario c y no a su Jesús
humano. El Cristo planetario es único, puede haberse homificado muchas veces –
tal vez en Moisés, en Buda, en Krishna, en Gandhi, y en muchos otros seres
humanos. Cristo ‘se homifica’ de acuerdo con la capacidad de los recipientes y
también de acuerdo con las necesidades de cada época y de cada pueblo.
Cuando colocamos una luz bajo un
recipiente opaco, nada percibimos de esa luz, aunque ella esté presente. Si la
cubrimos con un envoltorio translúcido, percibimos su presencia de un modo
indirecto. Pero si a esa misma luz le anteponemos un cristal trasparente, la
veremos con toda su claridad.En Jesús de Nazaret el divino Lógos encontró la
más perfecta expresión conocida hasta hoy aquí en la Tierra, y por eso nosotros
le hacemos culto a Cristo en Jesús, como el apogeo de las revelaciones de la
Divinidad.
Huberto Rohden comenta: Cristo
niega explícitamente su identidad con el “Padre” (Divinidad): “Yo y el Padre
somos uno, el Padre está en mí y yo estoy en el Padre, pero el Padre es mayor
que yo”. Si él no hubiese dicho el Padre es mayor que yo, podríamos pensar que
se hubiese igualado a la Divinidad, a pesar de decirse Dios. Podemos hacer una
comparación ilustrativa: un ser vivo puede decir: yo estoy en la vida y la vida
está en mí, pero yo no soy la vida, soy solo un vivo; la vida es infinitamente
mayor que yo.
Este es el sentido cuando Cristo
dice a los Hombres: “Vosotros sois dioses”; los hombres también son
manifestaciones individuales de la Divinidad Universal, pero la más perfecta de
las manifestaciones de la Divinidad Universal, en el Universo, es Cristo.
Cristo no es criatura humana sino la más antigua individualidad cósmica que,
antes del principio del mundo, emanó de la Divinidad Universal. Los libros
sacros refieren que Cristo, la más antigua criatura cósmica, se encarnó en la
persona humana de Jesús.
La palabra griega Logos es muy
anterior a la Era Cristiana. Los filósofos de Alejandría y de Atenas, sobre
todo Heráclito de Éfeso, designaban con Logos el espíritu de Dios manifestado
en el Universo. Logos seria, pues, el Dios inmanente en oposición a la
Divinidad trascendente, que no es objeto de nuestro conocimiento.
El Génesis de Moisés comienza con
las palabras: “Al principio crearon los Elohim el cielo y la tierra”. El cuarto
Evangelio, de Juan, abre con palabras semejantes: “Al principio era el Logos…
por él fueron hechas todas las cosas” (La Vulgata Latina traduce Logos por
Verbo: “Al principio era el Verbo…”).
Parece pues que las Potencias
Creadoras (en hebreo Elohim) son idénticas al Logos, por el cual fueron creadas
todas las cosas. Elohim, Logos, Verbo, Cristo – son varios nombres que designan
la criatura cósmica que, antes del mundo material, emanó de la Divinidad
trascendental.
La filosofía oriental llama a la
Divinidad universal Brahman, y le da el nombre de Brahma a la más antigua
individuación de la Divinidad. Brahma sería igual a Dios, Cristo, Logos, Verbo.
No existe en todo el Universo una
sola criatura definitivamente realizada e incapaz de realizarse ulteriormente.
Toda y cualquier criatura, incluso Brahma, o Cristo, son criaturas altamente
realizadas, pero siempre realizables; son, por así decir, sinfonías inacabadas.
Toda y cualquier criatura, inclusive la más perfecta criatura cósmica, es
ulteriormente evolucionable o realizable. La vida eterna no es una llegada, una
parada, una meta final – es una incesante jornada o evolución rumbo al
Infinito, sin jamás coincidir con el Infinito. Todo finito, dicen las
matemáticas, en relación al Infinito, está siempre a una distancia infinita.
Panta rhei, todo fluye, decían
los filósofos antiguos; todo es relativo escribe Einstein en nuestro siglo. La
Divinidad, el Infinito, el Absoluto, no es objeto de nuestro reconocimiento.
Todo lo que sabemos se refiere a lo Relativo, a lo Fluídico, a lo
Transformable, que está en incesante evolución. La suprema Divinidad solo puede
ser conocida por intuición, experiencia o vivencia íntima. Todo lo que se puede
analizar, pensar, hablar es finito. El infinito no es analizable, pensable,
decible. La Divinidad trascendente es incognoscible; revelada como el Dios
inmanente, es cognoscible.
En El Cristo, en palabras del autor inglés Cyril
Scott (en su obra An outline of modern occultism) se reconoce a : "Una
Fuerza Divina que ha acelerado la
evolución de la Tierra a tal grado que solamente el Iniciado puede apreciar.
En un sentido sumamente real
—aunque no en el que los Teólogos nos han hecho creer— Cristo ha salvado a las
gentes de este mundo mediante el supremo sacrificio de su encarnación a ese
propósito. Su Espíritu es procedente originalmente de un planeta mucho más
avanzado que el, lo cual significa que su Evolución no pertenece a la de
nuestra Tierra. Si nuestra humanidad hubiese sido dejada librada a su propio
esfuerzo, si no hubiera existido el IMPULSO CRISTICO para acelerar nuestra
evolución, con toda probabilidad —juzgando
por su actual
conducta— hace tiempo
que se habría exterminado a sí misma, o, cuando
menos es probable que, en base a su espíritu de destrucción y a la ausencia de
amor fraternal, pudiese llegar a su propia destrucción en un futuro no muy
lejano. Puede tener lugar, o quizá no, otro conflicto armado, que pudiera
retrasar nuestra evolución por no se sabe cuánto tiempo; pero en último término
el IMPULSO CRISTICO triunfará. A través del mencionado sacrificio por parte de
Cristo, la CONCIENCIA CRISTICA se halla potencialmente en los corazones de
todos los hombres, y
el punto hasta
el cual esta
Conciencia se manifiesta
depende exclusivamente de cada individuo. Así, en la medida en que se
manifiesta, y lo vaya haciendo más y más, reside la certeza de que el hombre no
será completamente aniquilado por su propia locura. El Cristo histórico y el
Cristo en el corazón humano son algo más que dogmas religiosos, 'son hechos
planetarios'. Este Ser, según explica la enseñanza Rosacruz, procedía de una
humanidad mucho más antigua que la nuestra, correspondiente a lo que
denominamos la "Cadena del Sol", es decir, a aquella etapa de la
manifestación de nuestro Sistema Solar en la cual, los actuales hombres
—nosotros— atravesábamos por un estadio similar al de nuestros presentes
vegetales. Esto supone que dos Ciclos Cósmicos completos, dos Cadenas, separan
a esta Entidad, la más elevada dentro de su propia evolución, de nosotros,
hombres terrestres. Siendo los Seres, que atravesaron el nivel humano en aquellos remotos tiempos,
denominados esotéricamente Arcángeles. Cristo, bajo este concepto, es, pues, el
más alto entre los Arcángeles, fundido, unificado, con la Segunda Persona de la
Trinidad Divina. Maestro Jesús hace dos mil años nació como hombre para preparar y custodiar
los cuerpos que habrían de albergar al Cristo. Cuerpos que ocupó y cuidó hasta
alcanzar la edad de treinta años, en la cual, y en el momento de su Bautismo,
abandonó esos cuerpos dejándolos a la disposición de ese ser Superior y
misterioso cuya naturaleza estamos tratando de desentrañar, hasta donde nos es
posible, y portador del IMPULSO CRISTICO, de una energía Solar que no hubiera
podido llegar a contactar con nuestro planeta en la forma que lo ha hecho, si
no hubiera sido por el incomprensible (a
nuestros ojos) sacrificio de un
"Hijo de Dios", de un
Arcángel conquistador del "Fuego Divino" del Amor, que, como
el Prometeo de la Mitología Griega,
bajó a nuestro
mundo para introducir
en él esa
llama divina, Solar,
que solamente Él podía apropiarse. El, cuya naturaleza había llegado a
unificarse con la del "Verbo Divino". Esa Energía Solar constituye el
IMPULSO CRISTICO descrito por Steiner, que, misteriosamente, Cristo implantó en
las Almas de todos los hombres (y por tanto en su "corazón",
entendido esotéricamente: en el Chakra Cardíaco), y que se expandió por toda el
Aura del Planeta en el momento en que el cuerpo físico, humano, de Jesús,
expiró, y que por medio de sus abiertas heridas, la sangre de aquel ser,
portadora de las energías espirituales (como sucede en todos los hombres), se
vertió al exterior, efundiendo tal grado de energía espiritual pura que
"se rasgó el velo del templo" y todo quedó envuelto en
"tinieblas". Esotéricamente, el significado del "velo del
templo" es la red etérica que separa los tres subplanos inferiores del
Plano Físico: Sólido, Líquido y Gaseoso,
de los ámbitos más elevados de existencia. La Energía Solar depositada en la
sangre de Cristo, al quedar liberada de su confinamiento dentro de su cuerpo
humano, se evaporó y difundió por toda el aura planetaria, elevando hasta tal
punto el nivel vibratorio de sus partículas, que, por unos momentos, esa
separación de nuestro ambiente ordinario y los Planos Espirituales quedó
disuelta, y la Luz purísima de esos Planos Internos, que para el ojo humano no
preparado es constatada como tinieblas, inundó la Tierra. Cristo quedó así con
nosotros "hasta el final de los tiempos", de dos maneras: habiendo
entrefundido su naturaleza, su aura, con el aura de la Tierra, y habiendo
repartido su esencia (por decirlo de
alguna forma), en las Almas de
los hombres de tal
manera que, cuando
el individuo consigue la
identificación de su conciencia personal con el Alma, está
realizando a Cristo dentro de sí, y se está uniendo con El y adquiriendo, por
ese motivo, una dimensión y una conciencia planetaria, que abarca a todo
nuestro mundo.
Fuentes:
Introducción al estudio del
Esoterismo. Pedro Quiñones Vesperinas
El Evangelio Acuariano de Jesús
el Cristo. Levi H. Dowling
Mensajes del Astral, Ramatís
El Impluso del Cristo y la
Conciencia del Yo. Rudolf Steiner
El misterio de los Cristos. Corinne
Heline
Cómo Jesús llegó a ser un Cristo.
Miceal Ledwith.
Concepto Rosacruz del Cosmos. Max
Heindel