1) La desclasificación de gran número de archivos del FBI
durante la década del ochenta demostró que las principales figuras musicales de
la época habían sido sometidas a estricta vigilancia por parte de las autoridades
debido a su potencial “subversivo”.
2) Se diseñó un plan para frenar el avance de la
contracultura, que incluía atentados contra estrellas de rock y el sabotaje de
festivales multitudinarios.
3) Personajes como Jimi Hendrix o John Lennon habrían sido
víctimas de este plan, conocido como “Operación Caos”.
4) En la actualidad, el objetivo de estas prácticas lo
estarían siendo los raperos de color, convertidos en improvisados ideólogos de
los sectores más radicales de la comunidad afronorteamericana.
John Lennon, Jimi Hendrix, Jim Morrison... Sus muertes
llenaron de lágrimas los ojos de millones de admiradores en todo el mundo. Pero
ese llanto hubiera sido de rabia de haberse sabido que estos músicos
encontraron sus trágicos finales no como consecuencia de imprudencias o
accidentes fortuitos, sino de un plan perfectamente organizado para poner freno
a la contracultura norteamericana
A lo largo de la Historia de Estados Unidos el asesinato
político se ha convertido casi en una forma de arte. Los personajes más o menos
molestos desaparecen oportunamente, víctimas eventuales de actores fanáticos,
como en el caso de Lincoln; maníacos homicidas con extraordinaria puntería,
como en el caso de Kennedy; o delincuentes de poca monta que súbitamente se
convierten en acérrimos racistas, como en el caso de Luther King, cuando no
deciden suicidarse de la noche a la mañana como la pobre Marilyn. Los intereses
políticos y económicos de los grandes consorcios de comunicación
norteamericanos hacen que sea muy poco conveniente que salgan a la luz
historias sobre asesinatos de Estado en el país del dólar. Sin embargo, éstos
existen, han existido y, dado el cariz que están tomando las cosas, existirán.
Operación Caos
En 1967 una forma de música tildada de subversiva surgió en
San Francisco. Rápidamente dejó de ser una simple manifestación artística para
convertirse en un fenómeno social y político. Con la guerra de Vietnam en pleno
apogeo, las minorías raciales reclamando sus derechos civiles y los soviéticos
multiplicando su capacidad armamentística en progresión geométrica, el gobierno
no podía tolerar que una pandilla de melenudos se pusiera a enredar las cosas
más de lo que ya estaban. El FBI, tradicional guardián del modo de vida
norteamericano, decidió poner a trabajar en el asunto a lo más granado de su
departamento de operaciones clandestinas, el temido COINTELPRO. Paralelamente,
la CIA, aficionada a bautizar sus actuaciones con nombres propios de una
película de James Bond, puso en marcha la denominada “Operación Caos”, cuyo fin
era terminar con el movimiento hippie o, al menos, volverlo inocuo.
Las fuerzas vivas de la nación sentían que había que hacer
algo contra aquellos jovenzuelos que se dejaban crecer la melena y se negaban a
ser inmolados en el infierno asiático. La desclasificación de gran número de
archivos del FBI durante la década de los ochenta demostró que las principales
figuras musicales de la época habían sido sometidas a estricta vigilancia por
parte de las autoridades debido a su potencial “subversivo”. Allí había un
informe dedicado en exclusiva a Jimi Hendrix, un grueso expediente de 89
páginas sobre las andanzas de Jim Morrison y ni más ni menos que 663 sobre
Elvis Presley. Este último expediente es especialmente interesante ya que
podríamos considerarlo como la prehistoria de la Operación Caos. En efecto, el
informe comienza en los años cincuenta, cuando el propio J. Edgard Hoover
plantea la necesidad de “hacer algo” para detener este decadente ejemplo para
la juventud norteamericana. Los informes contienen perlas como la siguiente:
“Me siento en la obligación de poner en su conocimiento que Presley es un
peligro definido para la seguridad de los Estados Unidos”. Siguiendo las
consignas de la CIA, la mafia instaló en diversos enclaves del país
laboratorios clandestinos para abastecer el mercado de las drogas. Incluso se
llegó a constituir una “mafia hippie”, un grupo llamado “La hermandad del amor
eterno” que, liderado por el agente de la CIA Ronald Stark, logró hacerse con
el monopolio del tráfico de LSD en Estados Unidos; todo ello con el propósito
de socavar los cimientos de la floreciente revolución de las flores a golpe de alucinógeno.
Los sicarios de la Operación Caos contaban sus intervenciones por éxitos cuando
Jimi Hendrix, el exótico y pacifista “Elvis negro de los 60”, se convirtió en
uno de sus blancos prioritarios. ¿Fue Hendrix asesinado mientras se encontraba
bajo el efecto de los barbitúricos?. La versión de la muerte de Hendrix que
divulgaron los medios de comunicación se centraba en la consabida sobredosis
que tan oportunamente se ha llevado por delante a tantas estrellas del rock.
Nadie, sin embargo, dio en su momento publicidad a una serie de irregularidades
que ya había denunciado el encargado de la autopsia, el doctor Bannister, quien
informó que en el momento de limpiar su esófago “cantidades ingentes” de vino
tinto “salieron a través de su boca y
nariz”. Asimismo encontraron gran volumen de líquido en sus pulmones: “Es
notable -declaró el médico-, porque les aseguro que uno no tiene todos los días
la ocasión de examinar un cadáver ahogado en vino. Tenía algo alrededor del
cuello -creo que era una toalla-, y estaba también empapada de esta bebida”.
Éste es solamente un hecho de un largo informe que aporta datos suficientes
como para sospechar de un asesinato. Lo más curioso es que los detalles
proporcionados por Bannister no fueron dados a conocer hasta muchos años
después de la muerte del artista, fomentando durante ese tiempo la imagen de
Hendrix como la de un drogadicto que murió ahogado en su propio vómito.
Pero ¿por qué matar a alguien como Hendrix?. El FBI vigilaba
estrechamente todos los movimientos del
artista y veía con seria preocupación cómo sus posturas políticas y sus manifestaciones públicas se iban
radicalizando cada vez más, acercándose a los sectores más revolucionarios del
movimiento por los derechos civiles, en especial a los Panteras Negras. Esta
actitud se hacía también patente en sus declaraciones, como en una entrevista
concedida en Suecia al periódico Gotesborgs-Tidningen: “En Estados Unidos
tienes que elegir de qué lado estás. Puedes ser un rebelde o puedes ser como
Frank Sinatra”. Para las mentes de los responsables de COINTELPRO esta postura
equivalía a una declaración de guerra por parte de alguien que, como los ya
silenciados Martin Luther King o Malcolm X, ejercía un fuerte liderazgo sobre
la comunidad negra norteamericana.
Es posible que algo
similar le sucediera también a Mark David Chapman, el asesino de John Lennon.
Como Sirhan, alegó enajenación mental como causa de su actuación criminal. Lo
que nadie mencionó durante el juicio fue que, a los 19 años, el joven Chapman
había sido huésped de un campamento de entrenamiento que en aquella época
mantenía la CIA en Beirut, sin que hasta el momento haya trascendido el tipo de
instrucción o adoctrinamiento al que fue sometido el futuro asesino. Otro hecho
poco conocido con relación a Chapman es que parecía haber sido un tipo
corriente hasta que fue sometido a un tratamiento psiquiátrico para
“modificación del comportamiento” en el hospital Castle de Hawaii. La terapia a
la que fue sometido incluía el uso combinado de torazina e hipnosis, la receta
favorita de la CIA para sus agentes programados.
Dentro de la Operación Caos habría existido un subproyecto
específico para acabar con Lennon, cuyo nombre en clave era “Operación Morsa”.
Los analistas de la central de inteligencia tenían muy claro que lo que estaba
en juego con Lennon era la identidad histórica e ideológica de la
contracultura. Por ello, los responsables de Caos no se conformaron sólo con la
muerte del cantante, sino que, además, llevaron a cabo una intensa campaña de
descrédito destinada a acabar a título póstumo con su imagen pública, con su
recuerdo. Fruto de esta campaña fueron algunos libros difamantes que, a pesar
de la repercusión que se les quiso dar en los medios de comunicación
conservadores, resultaron un sonoro fracaso a nivel de ventas.
Fuente: Santiago Camacho
Fuente: Santiago Camacho
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