No se trata de un órgano muerto, según las viejas suposiciones.
Es la glándula de la vida mental.
Despierta en el organismo del hombre, en la pubertad, las
fuerzas creadoras y enseguida, continúa funcionando, como el más avanzado
laboratorio de elementos psíquicos de la criatura humana.
El neurólogo común, no la conoce bien. El psiquiatra,
descubrirá más tarde sus secretos. Los psicólogos vulgares la ignoran. Freud interpretó
su desvío cuando observó la influencia de la libido en el estudio de la
indisciplina congénita de la Humanidad. Mientras se encuentra en el período del
desenvolvimiento infantil, fase de reajuste de ese importante centro del cuerpo
periespiritual preexistente, la epífisis parece constituir el freno a las manifestaciones
del sexo; pero es necesario rectificar las observaciones.
A los catorce años, aproximadamente, de posición estacionaria
en cuanto a sus atribuciones esenciales, comienza a funcionar de nuevo en el
hombre reencarnado. Lo que representaba control, es fuente creadora y válvula
de escape. La glándula pineal se reajusta al concierto orgánico y reabre mundos maravillosos
de sensaciones en impresiones en la esfera emocional. La persona se entrega a
la recapitulación de la sexualidad y examina el inventario de sus pasiones
vividas en otra época, que reaparecen bajo fuertes impulsos. Ella preside los
fenómenos nerviosos de la emotividad, como órgano de elevada expresión en el
cuerpo etéreo. Desata, de cierto modo, los lazos divinos de la Naturaleza, los
cuales ligan las existencias unas a otras, en la secuencia de luchas para
alcanzar el perfeccionamiento del alma, y deja entrever la grandeza de las facultades
creadoras con las que el ser humano se halla investido. Segregando delicadas
energías psíquicas la glándula pineal conserva ascendencia en todo el sistema
endocrino.
Ligada a la mente a través de principios electromagnéticos
del campo vital, que la ciencia común no puede aún identificar, comanda las
fuerzas subconscientes bajo la determinación directa de la voluntad. Las redes
nerviosas constituyen sus hilos telegráficos para dar órdenes inmediatas a
todos los departamentos celulares, y bajo su dirección se efectúan los suministros de energías psíquicas a todos
los almacenes autónomos de los órganos. Como manantial creador de los más
importantes, sus atribuciones son extensas y fundamentales. En calidad de
controladora del mundo emotivo, su posición en la experiencia sexual es básica
y absoluta.
De modo general, todos nosotros, ahora o en el pretérito,
hemos viciado ese foco sagrado de fuerzas creadoras, transformándolo en un imán
relajado, entre las sensaciones inferiores de naturaleza animal. ¿Cuántas
existencias hemos empleado en la canalización de nuestras posibilidades
espirituales, hacia los más bajos campos del placer materialista?
Lamentablemente divorciados de la ley del uso, abrazamos los desarreglos
emocionales, y de ahí procede nuestro multimilenario vicio de las energías creadoras,
cargándonos de compromisos morales, para con todos aquellos a quien herimos con
nuestros desvaríos e irreflexiones. Del lamentable menosprecio a ese potencial
sagrado, se suceden los dolorosos fenómenos de la herencia fisiológica, que
debería constituir, invariablemente, un cuadro de adquisiciones benditas y puras.
La perversión de nuestro plano mental consciente, determina, en cualquier
sentido de la evolución, la perversión de nuestro psiquismo inconsciente,
encargado de la ejecución de los deseos y ordenaciones más íntimas, en la
esfera de las operaciones automáticas. La voluntad desequilibrada desorganiza
el foco de nuestras posibilidades creadoras. De ahí procede la necesidad de reglas
morales, para quien, de hecho, se interese por las adquisiciones eternas en los
dominios del Espíritu. Renuncia, abnegación, continencia sexual y disciplina
emotiva, no constituyen simples preceptos de carácter religioso. Son
providencias de tenor científico, para enriquecimiento efectivo de la
personalidad. Nunca podremos huir de la ley, cuyos artículos y párrafos del
Supremo Legislador, abarcan el Universo. Nadie engañará a la Naturaleza.
Centros vitales desequilibrados obligarán al alma a
permanecer en situaciones de desequilibrio. De nada adelanta alcanzar la muerte
física, exhibiendo gestos y palabras convencionales, si el hombre no se
preocupó por lograr su propio perfeccionamiento. La Justicia que rige la Vida
Eterna, jamás se inclinó. Es cierto que los sentimientos profundos del extremo
instante del Espíritu encarnado, cooperan decisivamente en las actividades de
regeneración más allá del sepulcro, pero no constituyen la necesaria
realización
Segregando “unidades de fuerza”, puede ser comparada a un
poderoso generador que debe ser aprovechado y controlado, en el servicio de
iluminación, refinamiento y beneficio de la personalidad y no relajarla por el
gasto excesivo del suplemento psíquico en las emociones de baja clase.
Refocilarse en el charco de las sensaciones inferiores, a la manera de los
cerdos, es retenerla en las corrientes tóxicas de los desvaríos de naturaleza animal
y en el gasto excesivo de energías sutiles, muy difícilmente el hombre consigue
emerger de la terrible zambullida en las sombras, inmersión que se prolonga más
allá de la muerte corporal.
En vista de eso, es indispensable cuidar atentamente de la
economía de las fuerzas, en todo servicio honesto de desenvolvimiento de las
facultades superiores. Los materialistas de la razón pura, señores de vastos
patrimonios intelectuales, percibieron superficial mente semejantes realidades
y, con intención de preservar la juventud, la plástica y la eugenesia,
fomentaron la práctica del deporte en todas sus modalidades. Contra los
peligros posibles, en la excesiva acumulación de fuerzas nerviosas, como son
llamadas las secreciones eléctricas de la epífisis, aconsejaron a los jóvenes
de todos los países el uso del remo, de la pelota, del salto, de la barra, de
las carreras a pie. De ese modo se preservaban los valores orgánicos, legítimos
y normales, para las funciones de la herencia. Esa medida, si bien satisface en
parte, es, indudablemente, incompleta y defectuosa.
Incuestionablemente, la gimnasia y el ejercicio controlados,
son factores valiosos de la salud; la
competencia deportiva honesta, es precioso fundamento de socialización; no
obstante, pueden circunscribirse a meras providencias, en beneficio de los
huesos, y a veces, degeneran en resorte de pasiones indignas. Son muy raros aún,
en la Tierra, los que reconocen la necesidad de la preservación de las energías
psíquicas, para el engrandecimiento del Espíritu eterno.
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