Los presidentes de la Repúblicas, ministros y asesores le cantan loas a la deuda y los grandes beneficios que representan para los países. No importa que a mayor deuda, más pobreza y mayor la desigualdad. Cuando estallan las consabidas ‘crisis’ de deuda pública, son preconcebidos. Estallan porque es el efecto buscado.
Para explicar este fenómeno nos remontaremos cuatrocientos años trayendo al mundo actual a William Shakespeare. Se trata de un complejo sistema de deuda que puede describirse como ‘el modelo Shylock’, de la obra El mercader de Venecia, uno de cuyos principales personajes es el despreciable usurero Shylock”. En la obra de Shakespeare, Shylock le hace un préstamo a un mercader exigiéndole que firme un contrato mediante el cual se compromete a pagarle “de su propia carne” si no puede cubrir los intereses de la deuda.
Bajo el modelo de Shylock, primero hay que endeudar a la víctima, imponiéndole un contrato legal que lo obliga a pagar. Shylock lo logró apelando a las leyes de Venecia para que avalara su escandalosa pretensión. Los banqueros modernos lo hacen colocando a “sus” políticos para que endeuden al país.
¿Qué es lo peor que le puede ocurrir a mega-banqueros como Goldman Sachs, JP MorganChase, Rockefeller, Soros o Rothschild, todos ellos modernos administradores del modelo Shylock? Que algún país soberano le diga ven el lunes a retirar tu cheque.
El Sistema de Deuda Eterna funciona, según el modelo Shylock, cuando los mega-banqueros usureros sincronizan su relojes con gobernantes títeres. Un trabajador honesto, jamás podrá penetrar en la mentalidad parasitaria del usurero si parte de la premisa errónea de que Shylock le prestó a Antonio con la intención de que le devuelva la suma. Shylock especulaba con que Antonio no pudiera devolverle lo prestado, para así poder ejecutar la garantía, su “pagaré”.
Un deudor potencialmente rico que se vea transitoriamente imposibilitado de devolver un préstamo, es música para los oídos de un banquero usurero. Cualquier deudor que devuelva el dinero prestado no le conviene a un usurero. Esa práctica acaba con los principios y cimientos sobre los que se sustenta la usura. Frustra toda posibilidad de que banqueros y usureros puedan ejercer su oficio de parásitos, al verse obligados a trabajar en busca de nuevas víctimas.
El negocio más jugoso para un banquero es, precisamente, poder refinanciar deudas año tras año, haciéndolas crecer exponencialmente a través del interés y del interés compuesto. Por eso, el secreto está en que el deudor no pueda pagar. Shylock jamás tuvo como objetivo recuperar su préstamo. Sólo quería su libra de carne. El préstamo y el contrato de garantía conformaban el mecanismo para hacerse “legalmente” dueño del mercader.
Los liberales de mediados del siglo XX endeudaron muchos países en varios millones de dólares que aún están pagando. Los militares de fines del siglo pasado los endeudaron por varios centenares de millones de dólares. En la actualidad, los neoliberales los han endeudado en varios miles de millones de dólares que tendrán que pagar sus hijos y nietos a los modernos Shylocks. Seguiremos entregándole a los banqueros nuestras riquezas mientras seguimos en la pobreza ‘espléndida’ y gozando de la desigualdad tan celebrada por los neoliberales.
Para explicar este fenómeno nos remontaremos cuatrocientos años trayendo al mundo actual a William Shakespeare. Se trata de un complejo sistema de deuda que puede describirse como ‘el modelo Shylock’, de la obra El mercader de Venecia, uno de cuyos principales personajes es el despreciable usurero Shylock”. En la obra de Shakespeare, Shylock le hace un préstamo a un mercader exigiéndole que firme un contrato mediante el cual se compromete a pagarle “de su propia carne” si no puede cubrir los intereses de la deuda.
Bajo el modelo de Shylock, primero hay que endeudar a la víctima, imponiéndole un contrato legal que lo obliga a pagar. Shylock lo logró apelando a las leyes de Venecia para que avalara su escandalosa pretensión. Los banqueros modernos lo hacen colocando a “sus” políticos para que endeuden al país.
¿Qué es lo peor que le puede ocurrir a mega-banqueros como Goldman Sachs, JP MorganChase, Rockefeller, Soros o Rothschild, todos ellos modernos administradores del modelo Shylock? Que algún país soberano le diga ven el lunes a retirar tu cheque.
El Sistema de Deuda Eterna funciona, según el modelo Shylock, cuando los mega-banqueros usureros sincronizan su relojes con gobernantes títeres. Un trabajador honesto, jamás podrá penetrar en la mentalidad parasitaria del usurero si parte de la premisa errónea de que Shylock le prestó a Antonio con la intención de que le devuelva la suma. Shylock especulaba con que Antonio no pudiera devolverle lo prestado, para así poder ejecutar la garantía, su “pagaré”.
Un deudor potencialmente rico que se vea transitoriamente imposibilitado de devolver un préstamo, es música para los oídos de un banquero usurero. Cualquier deudor que devuelva el dinero prestado no le conviene a un usurero. Esa práctica acaba con los principios y cimientos sobre los que se sustenta la usura. Frustra toda posibilidad de que banqueros y usureros puedan ejercer su oficio de parásitos, al verse obligados a trabajar en busca de nuevas víctimas.
El negocio más jugoso para un banquero es, precisamente, poder refinanciar deudas año tras año, haciéndolas crecer exponencialmente a través del interés y del interés compuesto. Por eso, el secreto está en que el deudor no pueda pagar. Shylock jamás tuvo como objetivo recuperar su préstamo. Sólo quería su libra de carne. El préstamo y el contrato de garantía conformaban el mecanismo para hacerse “legalmente” dueño del mercader.
Los liberales de mediados del siglo XX endeudaron muchos países en varios millones de dólares que aún están pagando. Los militares de fines del siglo pasado los endeudaron por varios centenares de millones de dólares. En la actualidad, los neoliberales los han endeudado en varios miles de millones de dólares que tendrán que pagar sus hijos y nietos a los modernos Shylocks. Seguiremos entregándole a los banqueros nuestras riquezas mientras seguimos en la pobreza ‘espléndida’ y gozando de la desigualdad tan celebrada por los neoliberales.
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