Tener una base militar en El Chaco le brinda al Comando Sur una perfecta oportunidad para monitorear el área de la Triple Frontera, para evaluar las perspectivas de explotación de las ricas reservas de agua dulce del Sistema de Acuíferos del Guaraní y para reclutar personal militar y policial chaqueño.
Aunque el despliegue continental forma parte de la militarización de la política exterior de los Estados Unidos a escala global, se pretende disfrazar la base del Chaco como “Centro de respuesta a emergencias”, según declaraciones del consejero de la Embajada de EE UU en la Argentina, Jefferson Brown, mientras que la base chilena fue presentada como apoyo a “…la capacitación de personal encargado de ejecutar operaciones de mantenimiento de la paz o de estabilidad civil”, como anuncia el sitio web del consulado estadounidense en Chile. Si se tratara de una ayuda para catástrofes humanitarias o sanitarias, el brazo armado del Pentágono en el subcontinente no es la entidad adecuada para prestar socorro. Todo lo contrario: no es un secreto para nadie que una de las mayores amenazas para la paz a nivel regional es, precisamente, el despliegue de tropas del Comando Sur. En junio de 2009, desde la base de Palmerola, en Honduras, el Comando Sur y el Pentágono fogonearon el golpe de Estado contra el presidente constitucional Manuel Zelaya. Los golpistas hondureños encabezados por el general Romeo Vázquez eran todos ex alumnos del Comando Sur, que se habían especializado en contrainsurgencia y golpes de Estado.
No es extraño que el gobernador chaqueño, Jorge Capitanich –en sintonía con la Embajada de EE UU– desmienta que la instalación del Chaco sea una “base” porque el personal militar estadounidense emplea el término “base” cada vez con menor frecuencia cuando se reúne con sus asociados extranjeros. El personal tiene instrucciones de no hacerlo. Hoy en día se emplea otra terminología, la cual está de acuerdo con la línea estratégica de la “potencia indulgente” y no se asocia con “confrontación”. le siguió la inauguración en Chile de una base estadounidense en Fuerte Aguayo, ubicada a unos 20 km al norte de Valparaíso que, según la versión oficial, “se especializará en el entrenamiento de soldados para las Fuerzas de Paz de Naciones Unidas”.
Emplazamiento Cooperativo de Seguridad, CSL (según sus iniciales en inglés) o Emplazamiento Adelantado Operativo, FOL (según sus iniciales en inglés), son los eufemismos utilizados para camuflar estos destacamentos que forman parte del dispositivo bélico estadounidense al sur del Río Grande.
Estados Unidos tiene bases militares activas en Colombia, El Salvador, Honduras, Guatemala, Costa Rica, Panamá, Perú y Paraguay. El Comando Sur cuenta con estaciones navales en Curazao y Aruba en el Mar Caribe. Y actualmente Estados Unidos construye aceleradamente un CSL en la República Dominicana. Con toda certeza, esta base se convertirá en parte integrante del sistema que facilita el monitoreo de las aguas territoriales de Venezuela y su flota.
Al ser entrevistado por medios de comunicación estadounidenses, el gobernador Capitanich hizo varias declaraciones que contradicen la política exterior articulada por Néstor y Cristina Kirchner. El gobernador chaqueño planteó una nueva asociación estratégica con Estados Unidos. Esas declaraciones que contienen las promesas que los diplomáticos y funcionarios de inteligencia querían escuchar, seguramente fueron el resultado del entusiasmo que le generaron al gobierno chaqueño las inversiones “garantizadas” por valor de 100 millones de dólares y la perspectiva de otros proyectos con participación norteamericana.
El gobernador Capitanich apeló a bromas e ironías para negar las características militares del emplazamiento estadounidense. No es necesario un desembarco de marines para que las instalaciones chaqueñas tengan un uso militar. Capitanich parece ignorar que los pilotos que operan los 7500 aviones robot –drones–, que son las principales armas de la guerra en Irak, Afganistán, Pakistán y otros países en los que Estados Unidos libra guerras de baja intensidad, operan con un joystick y 14 pantallas desde la base Creech, cerca de Las Vegas, la capital del juego. Con un aeropuerto como el de Resistencia y una conexión de Internet, la base del Chaco podría servir para espiar y lanzar operaciones especiales contra los estados vecinos de Bolivia, Paraguay y Brasil.
El comandante Edwin Passmore, que en noviembre de 2011 participó en el episodio del avión del Comando Sur detenido en Ezeiza por intentar ingresar material no declarado, fue el artífice del proyecto en el Chaco. Su currículum habla por sí solo del proyecto chaqueño: funcionario profesional de inteligencia, sirvió en Afganistán, fue asesor de inteligencia en el Ministerio deDefensa en Kuwait. Entre 2005 y 2008, Passmore operó en Venezuela. La contrainteligencia de ese país detectó sus reuniones con conspiradores del ámbito militar y fue expulsado bajo cargos de espionaje. Su último nombramiento fue en la Argentina.
A través de Passmore y Capitanich, el Comando Sur ha conseguido “un punto de apoyo” en la Argentina y ahora es tiempo de aprovechar el éxito. Sus colegas en Brasil no han tenido la misma suerte para la implementación de un proyecto de altísima prioridad para el brazo regional del Pentágono: Brasil hasta ahora se ha negado a compartir su base espacial de Alcántara con Estados Unidos. Las razones son claras, esta base espacial en el Atlántico es parte del desarrollo científico y tecnológico de Brasil. Incluso científicos y militares culparon a agentes de la CIA y a la inteligencia estadounidense por los fracasos en algunos lanzamientos anteriores. Si los estadounidenses logran instalarse en Alcántara sobre bases legales, Brasil bien podría despedirse de su programa espacial.
El actual jefe del Comando Sur, el teniente general Douglas Fraser, está a punto de concluir su misión en el continente y pronto será remplazado por su colega John Kelly, un veterano que combatió en Irak y en otros conflictos. La misión de Fraser fue actualizar toda la infraestructura del Comando Sur en América Latina: puertos, aeropuertos, centros de comunicación y complejos residenciales en los cuales contingentes militares adicionales podrían ser alojados. El nuevo centro de comando, que asegura el control sobre las bases militares regionales, fue construido en la ciudad de Doral en Miami, Florida. El edificio de acero y hormigón, capaz de resistir un ataque con misiles, indica que el Pentágono se está preparando para un drástico empeoramiento de la situación en el Hemisferio Occidental, si EEUU e Israel recurren a la fuerza para atacar a Irán.
En el mes de marzo, durante una presentación ante el congreso estadounidense, el general Fraser dejó en claro que el Pentágono espera una crisis en los países del ALBA.
El Comando Sur vigila los procesos en la región y está listo para actuar según las circunstancias, dijo. También mencionó el creciente nivel de violencia en los países del Alba, la inestabilidad económica y los desastres geopolíticos.
“El factor iraní” fue mencionado en varias oportunidades por Fraser para subrayar las relaciones internacionales de los países que están en la mira del Pentágono. Fraser remarcó que Estados Unidos declaró que los lazos estrechos con Teherán son inadmisibles, refiriéndose primero que nada a Venezuela, Ecuador y Nicaragua.
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